Soy Alex Rodríguez. Y si algo me define, es que nunca me han regalado el lugar que ocupo. Me lo he tenido que construir. A golpes, a fuego, con corazón, caídas y pasión.
Desde pequeño aprendí que el valor no se mide en títulos ni etiquetas, sino en la capacidad de creer en uno mismo cuando nadie más lo hace. Vengo de una familia muy unida. Mi madre, una mujer emprendedora, luchadora, soñadora —mi gran referente— me mostró que la visión y la constancia lo son todo. Y mi padre, un profesional admirable, me enseñó lo que significa sostener y cuidar. De ambos, heredé el fuego que llevo dentro.
Siempre he sido inquieto. En mi infancia ya revendía cosas para comprarme mis caprichos. No lo hacía por necesidad. Lo hacía porque siempre quise construir mi independencia. Me apasionan los coches (mi perro se llama URUS, por si tenías dudas) y soy friki del mundo sneaker. ¿Mi ídolo? Michael Jordan. No por las zapatillas, sino por lo que representa: superación, disciplina, legado.
En 2016, esa pasión por las sneakers se convirtió en mi primer acto creativo. Empecé a customizar mis propias zapatillas. Primero por hobby. Luego para amigos. Y de ahí… para el mundo.
Estudié marketing e investigación de mercados. Pero fue en la pandemia cuando todo se conectó. Creé MADLAB, mi primer gran proyecto. Un taller, una idea, una ilusión. Sin saber demasiado de contenido ni estrategia, me lancé. Y como todo en mi vida, lo hice a lo grande. MADLAB llegó a pasar por tres tiendas físicas en Lleida. Sí, tres. Empecé a llegar a artistas a los que admiraba profundamente. Quevedo, Trueno, Nil Moliner, Saiko, Emilia Mernes, Mora, Justin Quiles… llevaban mis creaciones. Trueno incluso fue a La Resistencia con unas de mis sneakers.
Parecía que lo había logrado todo. Pero no.
Porque el éxito, ese que nos venden como fórmula única, me estaba robando lo más valioso: mi libertad, mi creatividad, mi propósito.
La tienda física me consumía. Estaba desenfocado, agotado y desconectado de lo que me hacía vibrar. Y aunque el mundo decía que estaba “en la cima”, yo me sentía más perdido que nunca.
Cerrar MADLAB fue doloroso. Pero también fue mi mayor acto de honestidad conmigo mismo. Me enfrenté al miedo, a la vergüenza, a la sensación de haber fracasado. Me escondí. Literalmente. Estuve tres meses sin salir de casa. Me sentía una mierda. Me autosaboteaba. Me repetía que lo había tirado todo por la borda. Pero fue ahí, en ese pozo, donde encontré mi mayor tesoro:
“Alex, si consigues asumir el fracaso como parte del camino, llegarás donde quieras.”
Esa frase me atravesó. Y fue entonces cuando todo cambió. Porque entendí que no había fracasado. Había despertado.
Hoy, lo que hago es acompañar a marcas y personas a verse como nunca antes se habían visto. Ayudo a comunicar lo que llevan dentro, a mostrar su esencia con estrategia, emoción y verdad. Porque sé lo que es tener talento y sentir que nadie te ve. Porque lo he vivido. Porque sé lo que duele.
Y por eso, hoy, lo que más disfruto es usar todo lo que he aprendido para que tú no tengas que pasar por lo mismo. Para que tu marca no sea invisible. Para que no tengas que gritar para que te escuchen.
Porque cuando conectas contigo, con tu historia y con tu propósito, no solo creces tú. El mundo te empieza a escuchar.
Ahora ya me conoces un poco más...
Y si has llegado hasta aquí, probablemente tengamos que hablar.